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“Death”

  • 7 nov 2023
  • 7 Min. de lectura

- S.S

Para mi hermana Weltzin, la cual todavía extraño.


La lampara cayó al suelo con un sonido estremecedor.


La sangre se esparcía por toda la habitación principal, manchando las profundidades de la cama, aquella que había sido llenada de amor y de caricias, ahora solo mantenía en su recuerdo la sangre y las lágrimas de la chica.

Golpeada, mucho más que antes, miro a aquel que consideraba el amor de su vida, aquel hombre que podía sanar y darle una segunda oportunidad, aquel padre de sus propios hijos. Trato de contener los sollozos para no despertar a sus pequeños, quienes dormían tranquilamente en la habitación de a lado. Trato de levantarse por una segunda vez, pero otro golpe hizo que regresara al suelo y que regresara a sentirse lastimada, dañada, vulnerable.


Su esposo empezó otra vez con su ataque de ira, golpeando y jaloneando a la joven por todo el cuarto, manchando desde las profundidades la desdicha de la mujer, aquella desdicha que no encontrarían hasta después de unos meses, quedando en la misma profundidad, sin poder mostrarse a los demás y pedir ayuda en el proceso. El padre de familia opto por jalarla y arrastrarla por el pelo, ignorando los sollozos reprimidos o el forcejeo de su mujer, salieron de la habitación, manchando después el pasillo del piso de arriba con aquel rojo carmesí.


La Muerte miró impasible como el hombre seguía arrastrando a la chica hasta las puertas del garaje, hasta adentrarse a este mismo y forzar a la joven a subir al auto junto a él. La esquelética entidad caminó con la intención de seguirlos, pero unos pequeños y curiosos ojos castaños de la habitación continua llamaron su atención, deteniendo su paso. Unos pequeños chinos castaños enterneció el corazón de la Muerte, mirando el cuerpo frágil y pequeño envuelto en una pijama de Frozen y unas pantuflas de unicornio que sobresalían de todo su atuendo para dormir. La pequeña niña se quedó mirando a la pálida mujer frente al cuarto de sus padres, quienes habían hecho ruido como todas las noches, tratando de ser silenciosa para no despertar a su pequeño hermano que dormía también en su habitación.


La bella Muerte, no aparto la vista de la pequeña. Su gran túnica negra se movió con elegancia tratando de ocultar las manchas de sangre que hacían un camino en el pasillo, tratando de mostrarse tranquila y serena ante la mirada penetrante de la pequeña. Con cuidado, la Muerte se arrodillo en una sola pierna, quedando a la altura de la niña, su mano huesuda y pálida se alzó sobre la túnica extremadamente grande mostrándose sobre su rostro y colocándola sobre sus delgados labios, solo para hacer un pequeño ruido blanco.

—Shhh…— fue lo único que dijo la muerte.

La pequeña asintió, regreso a su cuarto y volvió a dormir.


°°°


La noche cubría todos los condominios.


Aquella camioneta gris a toda velocidad con los faros encendidos era lo único que perturbaba aquella tranquila noche. La respiración acelerada del hombre solo hacía que los sollozos silenciosos de la mujer fueran cada vez más recurrentes, tropezando entre sí cuando pensaba en sus hijos y el cómo los había dejado solos en la casa. La Muerte venía en el asiento trasero en medio de entre dos asientos para niños, mirando en forma de relevos a los dos adultos frente a ella.


Finalmente la camioneta se estacionó frente al lago de la ciudad, aquel donde las familias iban a visitarlo y a pasear con sus votes o sus lanchas. El esposo bajo del auto y cerró la puerta de un portazo, quedando solamente la deidad y la humana, la cual la segunda no podía parar de llorar y de rezar en su mente. La puerta del copiloto se abrió, una gran mano de hombre tomo el brazo de la chica y la saco a la fuerza del carro empujándola al suelo tierroso al lado del lago. La fría muerte se quedó estática en su lugar, sin ser capaz de salir del auto, mirando al frente con melancolía tratando de no romperse mientras escuchaba los gritos y los aullidos de dolor fuera de la camioneta, mirando la oscuridad del lago y sus inmensas profundidades y el cómo resplandecía o se oscurecía mucho más gracias a la luz de la luna.


Le gustaría disfrutar de aquel lago.


Pero hoy no era posible.


Los minutos se sintieron eternos. Quedando solo la respiración desenfrenada de una sola persona mezclándose con lágrimas frescas, manchando las lágrimas secas del cuerpo debajo de él.


De nuevo los minutos se sintieron eternos, quedando solamente la desesperación y la culpa sin sentido de un hombre condenado. El gran padre de familia tomo su celular, comenzando a enviar miles de mensajes de disculpa y de “Te quiero”, teniendo la oportunidad de despedirse de sus seres queridos por una última vez.


Quitándole esa misma oportunidad a otra persona.


La Muerte finalmente salió del auto, mirando el desgastado pero hermoso cadáver de la chica de no más de 26 años junto a unos golpes, mirando aquellas marcas rojizas en su cuello que solo hacían que su apariencia fuera completamente arruinada, apagada y sin motivos para seguir. Lamentando desde su pecho, creando un gran nudo de estambre que solo quería vomitar en las profundidades del lago para que fuera olvidado.


Pero ¿Cómo podías vomitar algo que realmente no estaba dentro de ti?


Su oscura mirada dejó de ver el cuerpo de la chica, más no ignoro que seguía ahí, en cambio, miro el cuerpo vivo del hombre quien seguía mandando mensajes de disculpa y de te quiero a sus seres queridos. Cuando logro mandar el último mensaje, arrojo su celular y se quedó con el celular de su esposa, ignorando la foto de bloqueo en la que estaban sus propios hijos. Guardo el celular y se dirigió al cuerpo de su amada, empezó a empujar el cuerpo sin piedad a las orillas del lago, arrojándolo a las profundidades del agua. Como si fuera un desecho. Como si fuera basura. Como si no fuera nada.


El cadáver andante no se movió de su lugar, fijando su mirada en el burbujeo del agua y el movimiento del cuerpo al caer en sus profundidades. Ignoro como el asesino simplemente comenzó a llorar y a subir al coche y encenderlo sin dudarlo, no miro cuando empezó a pisar el pedal del acelerador y se iba de lleno a la orilla del lago, su mirada evito dirigirse a la camioneta que se hundía en aquellas aguas negras ahogándose también el cuerpo fornido y cubierto de pecados rojos de un suicida asesino. Se mostró indiferente ante todo eso, y solo siguió mirando la orilla del lago.


El silencio volvió a reinar en ese centro familiar. En donde podías pasear con tu familia, ir en bote o en lancha, y al parecer, en donde también podías desechar un cuerpo.

En donde también podías arruinar a una familia.


°°°


Los meses pasaron.


Y la verdad se descubrió. Siempre se descubre.


Las manchas de sangre quedaron invisibles ante los ojos de los oficiales, como si fueran marcas de pinturas que los niños había tirado por error, dejando un camino desde el pasillo hasta el garaje sin auto. Las lágrimas de los familiares eran capaces de llenar otro lago de Dallas Texas, las preguntas incesantes y los comentarios despectivos y machistas solo podían hacer que los muertos no pudieran descansar en paz.


Y desde ahí, en la orilla del río, la gran túnica negra de la Muerte se mostraba otra vez frente al gran pozo de agua manchando con tierra mojada el final de su prenda, pero eso le importo poco. Sin pensarlo ni meditarlo, la Muerte se agacho con gracia sentándose en la tierra mojada, mirando fijamente el agua cristalina del lago, recordando como en una película estadounidense todos los hechos ocurridos hace apenas unos meses. Ya que tanto como el agua, como la Muerte, nunca olvidaban.


La posible imagen de un espejismo ocurrió frente a la Muerte.


La imagen de una hermosa mujer de 26 años apareció a lado de ella, mirando de igual manera la orilla del agua, quedando absorbida con el silencio del lugar. Los finos cabellos negros y lisos de la chica se movieron con el aire caliente que solo la ciudad podía dar, su cuerpo delgado solo era una muestra del dolor que podía sentir después de la noticia de la muerte de su hermana, del miedo y de la preocupación que le invadía por más de un mes al no saber nada de ella antes de que le llegara la llamada de la policía. Sus lentes ocultaron las traicioneras lágrimas que salían de la cuenca de sus ojos, moviendo el nudo en su garganta una y otra vez para evitar romper en llanto de nuevo como lo había hecho estos últimos meses.


Pero no logro aguantar más. Se derrumbó y rompió en llanto.


Al igual que la Muerte, la chica cayó al suelo lodoso de rodillas y comenzó a llorar y a llorar sin parar, recordando todos aquellos momentos felices que paso con su gemela. Sintiendo como le habían quitado su otra mitad.


La Muerte blanca solo miró a la no muerta, y comprendió el dolor ardiente y quemante de su corazón.


Eso hizo que se sintiera mucho más culpable que antes.


A pesar de que no eran sus manos las que estaban manchadas de sangre inocente y de tierra mojada.


Su mano delgada alcanzó la mano viva de la joven logrando tomarla sin problemas y sin preocupaciones, pero la chica no podía tocarla, no podía escucharla, no podía sentirla, se aferraba a su tristeza y a su dolor infinito llorando descontroladamente como si le hubieran arrancado una parte de su alma, una parte de su mismo cuerpo.


—Shhh…— negras lágrimas salieron de los ojos de la Muerte, limpiándolas inútilmente con su mano libre, indispuesta a soltar la mano de la chica. Tal vez así sentiría que estaba realmente tomando la mano de la joven madre y esposa de familia, fallecida por las manos de su esposo y de prácticamente también las manos de la misma muerte, en lugar de tomar la mano de su hermana quien seguía con vida y con más hijos que cuidar a partir de ahora —Shhh…


El lago se llenó con las lágrimas negras de la Muerte y de cientos de personas que lloraban la muerte de una maravillosa mujer, hasta el día de hoy.



Nelly Saidee García Sandoval


 
 
 

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